Es común ver en las calles de las colonias
Polanco, la Roma o la Condesa a menores de edad empujando pesadas carretillas
repletas de dulces y botanas. Son niños indígenas de poblaciones cercanas a la
Ciudad de México como Hidalgo y el Estado de México principalmente. Ellos salen
muy temprano de casas convertidas en bodegas en Avenida Legaria, o Peralvillo y
con su pesada carga se dedican a recorrer calles repletas de restaurantes o
bares donde tienen clientela y regresan al anochecer. Es frecuente verlos en
las salidas de estaciones del Metro, y sitios por demás concurridos. Se mueven
de un sitio a otro para evitar ser detenidos por las camionetas de Vía Pública.
Cuando se juntan se les escucha hablar su lengua indígena. Claramente son menores de edad reclutados de
pueblos cercanos y explotados por un tercero que los tiene retenidos en bodegas
que les da un techo, alimento a cambio de trabajo.
El caso |
Esta semana policías de investigación se
presentaron en un domicilio de la colonia Ex Hipódromo de Peralvillo en la Delegación
Cuauhtémoc en donde se ubicó una bodega de dulces y botanas distribuidos por
menores de edad. Se detuvo a una mujer por el delito de trata de personas. El
Ministerio Público la acusó de obligar al menos a diez menores a vender dulces. Al momento de la detención había dos menores en el domicilio.
Dijeron ser originarios de Tulancingo, Hidalgo, interrogados por los policías explicaron
las condiciones del trabajo que ejercían y aseguraron entregar las ganancias a
la detenida y a otro sujeto que no se localizó. Se sabe que la mujer prometía a
los menores casa y comida a cambio de trabajo, pero luego ellos tenían que
pagarlos. La Juez de Control Nelly Ivonne Cortés Silva dictó la detención
preventiva de la mujer y se programó audiencia para este próximo viernes.
Hace un año Xóchitl Gálvez, la jefa
delegacional de la Miguel Hidalgo llamó la atención al transmitir en Periscope desde
un predio en Río San Joaquín en donde se formaban en fila varias carretillas de
dulces con los menores de edad a la espera de guardar su mercancía. La delegada confirmó que eran indígenas
menores de edad que evidentemente eran explotados por alguien, un criminal que
los engaña y los explota laboralmente. No se supo ya de la denuncia hace un año
de Xóchitl Gálvez, pero un año después surge la denuncia de otra bodega esta vez en Peralvillo.
Las autoridades delegacionales, la de la
Ciudad de México, las de justicia y del trabajo locales y federales tienen una
tarea pendiente. La próxima vez que vea a estos menores de edad empujando una
carretilla repleta de dulces y botanas, recuerde que detrás hay un explotador
que actúa impunemente.
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