Ante la molestia popular por los ajustes de los precios de las gasolinas, al gas, a la electricidad, los aumentos que vienen, los bloqueos, el vandalismo y saqueo de grupos que aprovecharon y se llevaron pantallas y lo que pudieron de un supermercado del Estado de México, el presidente Enrique Peña Nieto dijo que son medidas que nadie hubiera querido tomar, pero no haberlo hecho hubiera sido más caro. En un mensaje en el que primero dio a conocer la salida de Claudia Ruiz Massieu de la Cancillería y el regreso de Luis Videgaray al gabinete precisamente al frente de las Relaciones Exteriores hoy que estamos a 16 días de la toma de protesta de Donald Trump como Presidente 45 de los Estados Unidos, el Presidente habló de los aumentos a las gasolinas y de forma breve mencionó las razones y motivos que lo llevaron a adelantar la liberalización de los precios. Dijo Peña que los aumentos son un reflejo del incremento de los precios internacionales de las gasolinas y ajustarlos fue para “preservar la estabilidad económica”, nada que ver con la Reforma Energética. El Presidente calificó su decisión de “dolorosa, difícil e inevitable”.

Habrá que ver si las palabras del Presidente Peña calman o mejoran la precepción que hay sobre los aumentos de 15 a 20 por ciento en los precios de las gasolinas, gas y luz, pero se ve difícil que el contribuyente, el ciudadano afectado en primera instancia por los aumentos de transportes, alimentos, servicios, combustibles, agradezca la medida hoy y se ajuste a la nueva realidad. Se entiende la medida lo que molesta son los privilegios de la clase política, los abusos y corrupción que los rodean. Gobernadores que roban abiertamente el presupuesto, hacen negocios al amparo del cargo y no pasa nada. Clase política con jugosos sueldos, aguinaldos, repartos de bonos, ayudas de despensa, gasolina, casetas, teléfonos celulares, ayudantes, camionetas. Hasta el momento la clase política no ha dado el paso para apretarse de verdad el cinturón. Petróleos Mexicanos ha sido el mejor ejemplo de tráfico de influencias, negocios al amparo de sindicato, prestaciones y jubilaciones jugosas a empleados y funcionarios, hoy la realidad nos alcanzó ante tanto abuso y dispendio. Pasamos en unos años de administrar la abundancia a las vacas flacas. Las épocas en que el precio de la mezcla mexicana de exportación rondaba los 100 dólares el barril y se tenía un fondo petrolero pasó ya. La pregunta es dónde quedó todo ese dinero que entró a las finanzas nacionales, ¿en que se gastó?, ¿en que se invirtió hoy que es tan necesario?  

Por si faltara algo el anuncio de Ford de no traer su planta de 1.6 mil millones de dólares en  San Luis Potosí, apenas una muestra de lo que puede hacer un presidente populista en el sentido que menciona la Fundación del Español Urgente que la escogió como la palabra del año. “Populismo” se aplica a políticos de todas las ideologías, pero que tienen en común la apelación emotiva al ciudadano y la oferta de soluciones simples a problemas complejos.
Solución simple a problema complejo es obligar a empresas a no invertir en México a cambio de exenciones, bonos, créditos blandos. 
Ante este panorama iniciamos la cuesta de enero.

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