Por Arturo Corona M.

Existe una fotografía que me impone, a pesar de las decenas de imágenes que vemos todos los días de cuerpos desmembrados, encajuelados, levantados, ejecutados, decapitados, balaceados. Cadáveres con la silueta dibujada en tiza, marcas donde cayeron los casquillos de balas disparadas por sicarios, por asesinos a sueldo, por policías comprados. Cuerpos atados de pies y manos, cubiertos de cinta canela, envueltos en bolsas de basura, con letreros de advertencia para pandillas rivales, con el cuerpo tasajeado. Muchos de estos cadáveres son lo que nuestros gobernantes han calificado de “daños colaterales”, pero afortunadamente -dicen-, son los menos.



La impactante fotografía que no voy a olvidar en un buen rato, fue tomada en el llamado “Puente Negro” que separa Ciudad Juárez, Chihuahua de El Paso, Texas, un tramo de lecho seco del llamado Río Grande para los gringos, o Río Bravo para nosotros. Camionetas de la policía de Juárez rodean el cadáver de un joven de escasos 14 años. Su cuerpo viste una camiseta verde con un logotipo que no se alcanza a leer, pantalones de mezclilla y tenis limpios. Junto al cuerpo que yace recostado sobre su espalda, junto a un enorme charco de sangre que emana de su destrozada cabeza, está un par de zapatos tenis de otra persona. Cerca del sitio un cartucho percutido calibre .40 milímetros, muy popular entre policías y delincuentes ya que puede perforar blindajes. El joven de nombre Sergio Adrián Hernández Hüereca había ido a buscar a su hermano, que trabaja de maletero, para que le diera un dinero. Dicen los testigos que Sergio y sus amigos lanzaron piedras en dirección a unos agentes fronterizos de los Estados Unidos, uno de los agentes tal vez sintió que su vida estaba en peligro, cruzó la línea divisoria y en territorio mexicano, contestó la agresión de piedras con balas calibre .40 mm. Una de ellas cobró la vida del joven de 14 años de edad.

La nueva Gaza

Sergio Adrián es el segundo mexicano muerto en una semana a manos de agentes de la patrulla fronteriza. Anastasio Hernández Rojas murió en San Diego tras recibir una golpiza a manos de la border. Los dos elevan a 17 el número de mexicanos muertos este año a manos de agentes de los Estados Unidos. La cadena Fox TV, conocida por sus puntos de vista anti mexicanos y racistas, entrevistó a un ex agente de la migra, el sujeto justificó el ataque de su compañero policía y dijo que el lanzar piedras es un asunto serio ya que pueden llegar a tener el tamaño de un ladrillo, y le pueden costar la vida a un agente. En esta entrevista se dijo que Sergio Adrián de 14 años de edad, era un “smuggler” o pollero por lo que el ataque estaba más que aceptado. Ahora parece que nuestra línea divisoria está convertida en una nueva Gaza, en lugar de palestinos tirando rocas a soldado de Israel, son niños mexicanos arrojando piedras a la migra que ante el temor de perder la vida responden con balas.



En resumidas cuentas, escuché una entrevista de María Guadalupe Hüereca, madre de Sergio Adrián en la que entre lágrimas dijo que cuando murieron tres funcionarios de los Estados Unidos en Juárez, fue un escándalo internacional, hasta el FBI vino a investigar a México. Hoy el FBI vino a México pero no a averiguar quién mató al niño mexicano, sino a encontrar las causas de la supuesta agresión contra el asesino de la patrulla fronteriza. La Secretaría de Relaciones Exteriores en otro más de sus comunicados, condenó los hechos. El Presidente Felipe Calderón hizo un alto en Costa de Marfil, en su viaje al mundial de futbol, el jueves pasado protestó -a su manera- del asesinato de Sergio Adrián y de Anastasio Hernández, ya para el viernes tras el empate de México con Sudáfrica ni quien se acuerde del asunto.
Estos dos mexicanos víctimas del exceso de violencia de los agentes de la migra, son dos más de los que han caído, ni quien los tome en cuenta al fin y al cabo sólo eran unos “wet backs”.

4 comentarios :

  1. Hola Arturo:

    La lucha de David contra Goliat se trasladó a la Frontera más grande y conflictiva del mundo. Hay una línea donde la “vida no vale nada” y no me refiero precisamente al popular “Corrido” .

    Las tragedias personales, de fríos balances estadísticos como bien dices, se quedan ahogadas
    en la intimidad familiar . Sigue habiendo un “Primer Mundo” y un “Tercer Mundo” cercanos
    en la proximidad física y lejanos en el efectivo amparo de la Ley al que tenemos (ó sólo creemos)?
    derecho todos.

    Saludos desde Madrid.

    Patricia Alvarado.

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  2. Mi querido Arturo:

    Qué amargo espectáculo el del muchachito y más después de haber oído gritar desesperadamente al otro mexicano, pidiendo piedad por estar siendo sujeto de descargas eléctricas. Creéme que confieso que me siento verdaderamente lastimado como abuelo que soy. Como mexicano, me desespera la impotencia y el pensar que Calderón dejará una herencia que posiblemente ya no se pueda evitar. Un abrazo.

    Jorge C.

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  3. Estimado Arturo:

    El hecho que relatas es inquietante y vergonzoso para un país, como Estados Unidos, que se dice el gran defensor de los derechos humanos. En mi opinión se debe ir más allá de las protestas institucionales y periodísticas involucrando directamente a la sociedad civil mexicana, sobre todo a la de la frontera. ¿Cómo? Pidiéndole no hacer compras en el Sur de Estados Unidos. El impacto de esta iniciativa tendría un efecto inmediato y mucho más efectivo que las acostumbradas protestas de nuestra Cancillería.

    Ojalá alguien lo propusiera.

    Te felicito por tu interesantísima columna. Jorge Gutiérrez.

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  4. Adriana de Aragón14 de junio de 2010, 11:03

    Estimado Arturo:
    Los gringos pregonan a voz en cuello su muy sobada lucha antiterrorista, pero ¿acaso esos dizque agentes fronterizos no son iguales o peores que los terroristas? Los gringos se sienten los salvadores de la humanidad y se creen con derecho de decidir la suerte del mundo entero. Ojalá Obama se ponga las pilas y demuestre ser diferente a sus predecesores.

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