Los mexicanos tenemos una fecha única para recordar nuestra nacionalidad, nuestras raíces, el ser mexicanos: la noche del 15 de septiembre con el Grito y el posterior desfile militar.
No tenemos otra fiesta nacional donde nos reunamos en familia, nos acordemos de nuestra bandera, nuestras tradiciones, escuchemos al presidente en turno gritar las vivas a los héroes que nos dieron Patria, cerrando con las tres “Vivas a México”.
Los "gritos"
A lo largo de mi vida me ha tocado ver el Grito muchas veces desde la plancha del Zócalo capitalino, otra desde uno de los hoteles que están a un costado de Catedral, y una vez secuestrado en los patios de Palacio Nacional cuando se ofrecían fiestas muy concurridas.
De niños ya sabíamos que llegando septiembre venían las fiestas, los adornos de las casas con listones tricolores, banderas, imágenes de Allende, Aldama, del cura Hidalgo y sin faltar el de Doña Josefa Ortiz de Domínguez y con ello los antojitos, pambazos, sopes, buñuelos y pozole.
Acudir a nuestra plaza mayor a escuchar el Grito y ver los fuegos artificiales era toda una aventura. Desde caminar por la calle de Madero librar los puestos de comida, y evitar ser víctima de un huevo con harina era ya de por sí un reto. Una vez en la plancha comprábamos primero el atuendo si es que no lo llevábamos ya puesto. Barbas, bigotes, una playera tricolor, nos preparaban para lo que vendría más tarde, estábamos ya con nuestro traje de carácter. Luego para hacernos escuchar las trompetas, los silbatos y luego las armas: los huevos rellenos de harina o confeti.
Así vestidos, maquillados, armados y con el estómago lleno de antojitos, estábamos listos para esperar al inquilino en turno del Palacio Nacional para que en punto de las once de la noche saliera con la bandera nacional en la mano izquierda y el cordón tricolor que conectaba con el badajo de la campana que hace 201 años tañera el Cura Hidalgo en la ciudad de Dolores en el estado que lleva su nombre.
"Viva México"
“Mexicanos” era la primera palabra que escuchábamos y nos ponía la carne chinita para después oír la cascada de nombres de nuestros héroes de la Independencia, mismos cuyos restos recién regresaron a la columna conmemorativa después de haber estado exhibidos en Palacio Nacional.
Al final de la arenga, el Presidente tañía la campana y gritaba tres veces “Viva México” no sin antes poner su toque al agregar algún personaje de moda como cuando este personaje llamado Luis Echeverría gritó “Viva el Tercer Mundo”.
Recordamos al Presidente Zedillo con su voz un tanto destemplada pero con mucha enjundia gritar “Viva México”, a un Fox con su pareja presidencial hacer tañer con muchas ganas la Campana de Dolores que hasta parecía que se venía abajo.
Así llegamos este sexenio a las Ceremonias del Grito, ahora transformadas en lo que se han llamado “verbenas”. Recuerdo que el primer año tuvimos dos gritos: el de Andrés Manuel López Obrador, y el de Calderón, pués teníamos dos presidentes. El año pasado un grito doble con horas de diferencia llevaron al Presidente del Zócalo a Dolores Hidalgo con toda la parafernalia multimillonaria del Bicentenario.
¿Qué nos pasó?
Entre la madrugada del 15 de septiembre de 1810 y esta noche de jueves del 2011 algo nos pasó. Hace 201 años de aquél llamado del Cura Miguel Hidalgo para despertar y luchar contra la ocupación española, hoy seguimos dormidos.
Nunca antes había visto yo tal desaire, tal descontento, tanta apatía, tanto miedo. Los vendedores de banderitas se quedaron con la mayoría de su mercancía para mejor ocasión. Se venden más banderas en un partido de fútbol que en los 15 primeros días de septiembre.
Las familias ya no acudieron al Zócalo y los que estaban ahí eran pocos, había más guardias del Estado Mayor, y policías que público, algunos acarreados y uno que otro mexicano libre que acudió al Grito.
Entre la madrugada del 15 de septiembre de 1810 y esta noche de jueves del 2011 algo nos pasó. Hace 201 años de aquél llamado del Cura Miguel Hidalgo para despertar y luchar contra la ocupación española, hoy seguimos dormidos.
Nunca antes había visto yo tal desaire, tal descontento, tanta apatía, tanto miedo. Los vendedores de banderitas se quedaron con la mayoría de su mercancía para mejor ocasión. Se venden más banderas en un partido de fútbol que en los 15 primeros días de septiembre.
Las familias ya no acudieron al Zócalo y los que estaban ahí eran pocos, había más guardias del Estado Mayor, y policías que público, algunos acarreados y uno que otro mexicano libre que acudió al Grito.
Ver la ceremonia en la televisión no dice mucho, por las tomas cerradas, pero había muy poca gente en la plancha del Zócalo, hay reportes de mentadas al presidente, abucheos, en general desaire, desánimo, frustración, impotencia por lo que vivimos el día a día.
El Grito de desesperación
Lo que vimos la noche del 15 es un reflejo de lo que vivimos día a día, la inseguridad en la que vivimos, una balacera aquí, la cuestionable efectividad de los programas contra el crímen, la poca credibilidad de los políticos, el desencanto ante los diferentes partidos, la corrupción, la impotencia ante los abusos de la mal llamada “justicia” que hoy es más ciega que nunca, los atropellos que sufrimos a diario desde el que llega en forma de recibo de luz, de agua, el SAT, los trámites del IMSS, de la tarjeta de circulación. Vemos con resignación cómo los políticos se suben a temas como el de la liberación del zócalo que estuvo secuestrado por el SME, y nos lo regresaron a cambio de 21 millones de pesos, gracias a lo que tuvimos una noche de "Grito" para la televisión.
No lo merecemos.
Tienes razón, nos nos merecemos esto.
ResponderEliminarArturo, muy oportuno y actualizado tu Resumidas Cuentas.
ResponderEliminar¡ Felicitaciones !
Ignacio Espinoza
Miedo y decepción. Además la idea de patria, para las nuevas generaciones, está desvirtuada.
ResponderEliminarSaludos,
AC
PUES TIENES TODA LA RAZÓN
ResponderEliminarMi estimado Arturo, no puedo sino coincidir con el juicio que haces al final de tu artículo. Con todo los que está sucediendo actualmente en México, que se ha unido a nuestros ancestrales problemas (corrupción, atropellos, injusticias y desigualdades), no es extraño que el sentido de Patria, Independencia y hasta el amor por nuestro país estén tocando el nivel más bajo de nuestra historia. El problema es que cambiar esta tendencia sin un verdadero viraje de 180 grados en el país es hoy en día una falacia. Yo soy optimista y creo que el cansancio de la población es tal que tarde o temprano tendrá que surgir, de las entrañas de la sociedad civil, una organización política nueva y capaz de dar este añorado viraje. Espero no equivocarme. Un abrazo.
ResponderEliminarJorge Gutierrez
Roma, Italia
Hola Don:
ResponderEliminarYo creo que lamentablemente tenemos lo que merecemos como consecuencia de lo que hemos hecho o hemos dejado de hacer. Necesitamos "inventar" propuestas rumbo al 2012. 70 años del PRI y 12 del PAN son garantia de que las cosas no van a mejorar
Armando