Un día sin Diego

Por Arturo Corona M.

Este espacio va a ser tal vez el único del periodismo nacional que no trate el tema del secuestro de Diego Fernández de Cevallos, y no porque le siga la moda a Televisa de informar cuando me convenga y cuando me conminen a guardar silencio lo haga.

Lamento -como muchos- el secuestro del Jefe Diego y deseo que pronto aparezca, pero ese es otro tema. Todo está dicho sobre la desaparición del ex senador, -secuestro no es- tampoco es mensaje de los narcotraficantes (dixit Calderón), pero entonces ¿qué es? Sí las fuentes oficiosas no fallan, podría tratarse de un canje por Nacho Coronel, una venganza de los muchos afectados por su trabajo de litigante en el despacho de Antonio Lozano Gracia, o incluso una represalia personal, pero lo anterior mencionado es lo obvio, lo que millones de espacios en las redes sociales mencionan ante el medio vacío de información oficial, ya que filtran a sus amigos información como la sangre, las tijeras, los 100 mil pesos en la bolsa del pantalón, y vaya usted a saber que más surja.

Hace una semana, cuando se supo que Diego no había llegado a su rancho, volaron las versiones y los rumores que lo daban por muerto, hay una foto que muestra a una persona parecida al Jefe Diego pero su familia rechazó que se trate del político. Seguimos como hace ochos días a menos que regrese antes de que se publique esta columna.

El caso Paulette

Luego de dos meses de que la pequeña Paulette desapareció para luego ser encontrada muerta en su propia recamara, Alberto Bazbaz, el procurador del Estado de Mexico, reconoce que Paulette murió de manera accidental, por lo que no hay culpables. El procurador reconoce que hubo deficiencias en la investigación. Y vaya que las hubo, padres y nanas indiciados, peleados: Investigadores y perros adiestrados que no encontraron el cuerpo de la pequeña sino hasta días más tarde y mientras tanto se dio una cobertura muy amplia en todos los medios, especialmente la televisión que hoy decidió no ver ni oír más información de Diego Fernandez de Cevallos.

Asaltos con placa

Una joven lectora me comenta que leyó en este espacio que la policía no hace cumplir el reglamento que prohíbe hablar por celular mientras se maneja y dice que me equivoco. Ella tuvo la mala fortuna de violar el reglamento al conducir hablando por teléfono. Se le acercó un policía que le hizo ver la falta y le dijo que la multa era por más de 500 pesos. La joven le invitó a levantar la multa, pero el guardián del orden tan respetado y educado, le dijo que se podían arreglar por un billete. La lectora como es estudiante, traía 100 pesos en el bolsillo, mismos que el depositario de nuestra seguridad se negó a recibir por dignidad, pero la invitó a acudir a un cajero a retirar algo más decoroso. Nuestra protagonista se negó y ante su insistencia el policía le aceptó los 100 pesos, un verdadero asaltante con placa.

Las grúas

La corrupción no sólo está en los de a pie, las grúas han probado ser un jugoso negocio y Don Marcelo Ebrard no las deja descansar ni de noche ni de día, ni domingos y días festivos valen. Y es que como esta operación que parece de la mafia, exige a los concesionarios de las grúas un mínimo de autos arrastrados al corralón. El negocio es redondo, el gobierno del DF concesiona a cuatro empresas poco claras a levantar los autos. Del arrastre y la multa se pagan 1,024 pesos, una parte va a la Tesorería y la otra al concesionario, pero parece que una tajada va a un cochinito para la causa 2012. Otro impuesto que irá a parar directo al comité de campaña de uno de los dos punteros de la llamada “izquierda”, que ya es la nueva tarjeta de circulación.

En resumidas cuentas, el circo informativo a la muerte de la pequeña Paulette, después el que causó la desaparición de Diego Fernández de Cevallos es resultado de la falta de información de quien debe darla, y la explosión de las redes sociales. Medios de comunicación que en un afán de ser los primeros alimentan sus espacios con informaciones de origen oscuro, y se prestan a cualquier rumor. La tendencia es a emplear un código de ética en cada medio, tal y como lo aplica la BBC o periódicos como el New York Times, o frenamos estas prácticas o los políticos nos van a tratar de regular. Al tiempo.